INTRODUCCIÓN
Llamamos “Nuevo Testamento” a la colección de los 27 libros inspirados,
escritos después de la resurrección de Jesús. A través de ellos conocemos a
Jesús y la vida de la Iglesia en sus inicios.
Todo el Nuevo Testamento gira alrededor de esta “Buena Noticia”: Jesús de
Nazareth, nacido de María, por obra del Espíritu Santo, es el Salvador, el
Mesías, el Hijo de Dios y Hombre verdadero; ha muerto y resucitado para dar a
los hombres una Vida Nueva y para enseñar el camino que conduce a la verdad
de nuestra vida y de nuestro destino, que es la gloria del Padre, junto a
Cristo Jesús.
1. ¿Cómo nació en Nuevo Testamento?
Jesús no escribió nada ni de su vida ni de su doctrina. Tampoco mandó a nadie
que escribiera su mensaje. Él sólo dijo: “Vayan y anuncien la Buena Noticia a
todas las gentes, para que todos los pueblos sean mis discípulos”. Por tanto,
el Nuevo Testamento fue, antes que nada, predicado, vivido y celebrado.
Solamente en un segundo tiempo, cuando las primeras comunidades vivían y
celebraban la fe en Cristo, y los testigos oculares de la vida y palabra de
Jesús iban desapareciendo, se sintió la necesidad de poner por escrito esa fe
y esa predicación de los apóstoles y discípulos. El Nuevo Testamento fue
entonces el resultado de la fe y predicación de las primeras comunidades
cristianas. Este hecho es muy importante porque nuestra fe no puede
fundamentarse sólo en la Biblia escrita, como lo hacen los protestantes. Es
más bien la Tradición (con el Magisterio de la Iglesia) que nos garantiza la
verdad de la Biblia y nos transmite todo el depósito de la fe (cf. 2 Tim 1,
13-14) .
Por
tanto, el Nuevo Testamento tuvo dos etapas:
a) Una etapa predicada de boca en boca: el núcleo de esta predicación
era este: Cristo Jesús, Hijo de Dios, muerto y resucitado. A este núcleo se
le llama Kerigma, palabra griega que significa “anuncio,
proclamación” . Este Kerigma seguía este esquema: se recuerda
el acontecimiento de Jesús; se interpreta este acontecimiento con las
Escrituras; y se llama al compromiso de la fe. Este Kerigma se anunció
primero a los judíos y después, por obra de Pablo, a los paganos. El Espíritu
Santo fue el gran protagonista de esta etapa predicada del “Evangelio”,
inspirando, asistiendo, cuidando la vida y la palabra de los primeros
misioneros.
b) Y una etapa escrita: fue un camino largo y complejo. En los
primeros años algunas comunidades cristianas empezaron a resumir lo esencial
de la predicación apostólica en fórmulas breves y fáciles de retener, que
serían los primeros intentos del “Credo”. San Pablo cita una
fórmula célebre: “Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras.
Fue sepultado y resucitó al tercer día, según la Escrituras. Se apareció a
Pedro, luego a los Doce” (1 Co 15, 3-5). Muy rápidamente, al celebrar la
Eucaristía, nacerían también las “aclamaciones y fórmulas de alabanza a
Cristo” (cf. Fil 2, 6-11; Col 1, 12-20; 1 Tim 3, 16). Así pasaron
unos 30-35 años después de la resurrección. Y como los apóstoles iban
muriendo, surgió el anhelo de poner por escrito todo, para no perder su
memoria. Lo primero que se escribió fue el Relato de la Pasión. Más tarde,
los dichos de Jesús, las parábolas y los milagros. Y así nacieron los cuatro
Evangelios: primero Marcos, alrededor del año 70; después Mateo y Lucas,
alrededor del año 80; por último, Juan, allá por el año 90. San Pablo, desde
el año 40 había empezado sus viajes misioneros, fundando comunidades en toda
Asia Menor; y para mantener los contactos con ellas, les escribe cartas,
aconsejando, amonestando, enseñando, solucionando problemas. La primera que
escribió fue el año 51 a los Tesalonicenses. Más tarde, en el año 63,
escribió a los Corintios y a los Gálatas. Por tanto, los primeros escritos
del Nuevo Testamento no fueron los Evangelios, sino las Cartas de san Pablo.
Al inicio, los varios libros del Nuevo Testamento circulaban separadamente
por las comunidades cristianas. Poco a poco se fueron juntando estos libros,
cuando eran copiados a mano, hasta llegar a conformar todo el conjunto de los
27 libros canónicos.
2. ¿Cuándo se empezaron a reunir los varios libros, hasta conformar el
“Canon” del Nuevo Testamento?
El más antiguo y más importante catálogo de los escritos del Nuevo Testamento
fue descubierto en el siglo XVIII por un estudioso, llamado Muratori. El
Canon de Muratori data de mediados del siglo II. Este catálogo contiene 22
libros, entre los cuales las 13 cartas de san Pablo. Todavía no es el Nuevo
Testamento completo, pero es el primer intento que conocemos de empezar a
reunir los varios libros.
Luego tenemos el testimonio de san Justino, que en su primera Apología del
año 150 nos dice: “El domingo, todos se reúnen, leen las Memorias de los
Apóstoles, que se llaman los Evangelios”. Esto nos asegura que ya a
mediados del siglo II estaban reunidos los cuatro Evangelios. El catálogo ya
completo de los 27 libros canónicos del Nuevo Testamento lo encontramos hacia
el año 400.
3. ¿Originales o copias?
Los originales de los libros del Nuevo Testamento se perdieron muy pronto,
debido a la escasa duración del material (papiro y cuero) en que se
escribían, a mano, libros y cartas. Lo que ha llegado a nosotros son copias,
muy antiguas por cierto, de pergamino u otro material, en número muy
abundante, de varios libros o colecciones. Unos 3.500 manuscritos. Entre las
colecciones o códigos más antiguos del Nuevo Testamento en griego podemos
recordar:
a) El código Vaticano (siglo IV) que contiene casi todo el
Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
b) El código Alejandrino (siglo V) que contiene el Antiguo
Testamento y Nuevo Testamento e incluso cartas de san Clemente, no admitidas
en el Canon.
c) El código Sinaítico (mitad del siglo IV) que contiene todo
el Nuevo Testamento e incluso la Carta de san Bernabé y el Pastor de Hermas,
no admitidas en el Canon.
La versión en latín de la Biblia es la Vulgata, terminada por san Jerónimo en
Belén, hacia el año 400. Ya en este momento, los libros del Nuevo Testamento
ya estaban completos y posteriormente fue esta versión de la Vulgata la que
fue aprobada como oficial en la Iglesia, en el Concilio de Trento, en el año
1570.
Comencemos, pues, el Nuevo Testamento, con el alma abierta y con los oídos
del corazón atentos. Es Dios quien nos habla, y quien nos ha escrito esta
Carta. “Queremos ver a Jesús”, como aquellos griegos que acudieron al apóstol
Felipe. Queremos ver su rostro para después hacerlo resplandecer ante las
generaciones del nuevo milenio, como nos dice el Papa Juan Pablo II en su
carta apostólica “Novo millennio ineunte” (n. 16).
En esta carta el Papa pone como prioridad en este Tercer Milenio la escucha
de la Palabra: “Precisamente con esta atención a la Palabra de Dios se está
revitalizando principalmente la tarea de la evangelización y la catequesis.
Hace falta consolidar y profundizar esta orientación, incluso a través de la
difusión de la Biblia en las familias. Es necesario, en particular, que la
escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y
siempre válida tradición de la lectio divina, que permite encontrar en el
texto bíblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia”
(n. 39).
¡Ojalá que este mi libro, que explica la Biblia sirva para que conozcamos más
al Señor, lo amemos, lo reflejemos en nuestra vida y lo comuniquemos por todo
el mundo!
|